Te corro despacito. Te corro despacio. Te corro como si con
mi risa pudiera vencer el tiempo, para alcanzarte fresca y resuelta, llena de
sol.
Me siento enfrente tuyo, me dispongo mejor. Te miro a los
ojos, te atravieso las entrañas juntando retrazos de vos. Armo el rompecabezas
de eso que nunca se entiende hasta qué punto son memorias e impresiones de un
pasado; y hasta cuál son solo imágenes como sentimientos cristalizados, que
tocamos y retocamos en orden a la conveniencia, en orden al placer.
Te digo esas palabras horribles, llenas de incertidumbre,
llenas de escalofríos en la espalda y noches de luna blanca. Te las digo para
que las oigas mejor, para que las oigas con otros ojos y veas esa segunda
profundidad, que te permite llegar a la tercera y la dejes de sentir tan tremenda.
No es tan absoluta. Te explico cómo se parece a una tarde de verano, en el
patio verde y caliente, hormigas y barros, y un montón de palitos de madera.
Que son el castillo y un mundo nuevo, un mundo distinto. Que son la niñez y la
alegría y que el dolor de la inocencia perdida esconde un placer que se
encuentra en todo aquello que tiene un límite. Porque los límites son tan
finitos y chiquitos que uno siempre se termina pasando de mambo.
Muy cerca de tu boca, de tu boca muy cerca me acerco, para
poder respirarte los suspiros mejor. Para que me pintes alas de todos los
colores en la espalda y mi alma se sienta besada, para estremecerme los
pensamientos en lo más oculto, lo más sincero. Para que quede más claro que
nunca, que lo que no se expone y no se deforma, tampoco respira. Tampoco inspira.
Te inhalo los secretos y las ganas y los sueños y mañanas para que me recorran
de principio a fin, jugando a que existe tal cosa. Como en código y entre
sonrisas vuelven a vos, cálidos e indescifrables. Y entre los dos siempre se
genera como esa sensación de que justamente eso que no podemos decir es lo que
está más claro, lo más tangible. Como sueños que no podemos materializar en una
expresión pero que compuestos en su secuencia de consecuencias secuencialmente
transmitimos a la perfección, entre pestañas y vientos, miradas y aire;
Y vos, pasado, yo, ayer, aquel, mejor, aquello, se disuelven. Y
solo queda el sol.