Nada, nada.

El problema está en que cuando miras al abismo, el abismo también mira adentro de ti. Entonces las cosas más extrañas pueden ocurrir. Lo que más miedo me da, es que cuando el abismo mire dentro de esta sociedad se asuste y huya. Todo, y absolutamente todos, le tememos a la nada, ese vacío que no se llena. Y, lamentablemente, estamos rodeados de eso, caminamos con nadas, nos acompañan nadas, nos consuelan nadas y nos preocupan nadas. Amamos nadas, lloramos nadas, creamos un mundo y una sociedad basada en nadas.

Pero nada no es igual que nadie.

Por que casi nadie se da cuenta de esto. “¿Y vos que pensás?” “Nada, nada”. “¿Y vos que sentís?” “Nada, nada”. “¿Y vos que hiciste?” “Nada, nada” “¿Qué sabes, que queres?” “Nada, nada”.

Rodeados del sentimiento más vacío, del pesar más tranquilo, de la tortura más lenta. Y todos encerrados en nuestro mundo, esteriotipando nuestro individualismo, reprimiendo nuestros gritos.
¿Qué es lo que nos mantiene con los ojos cerrados? ¿Qué nos tienta a seguir evitando, por qué no vemos lo que tenemos en frente? ¿Por qué esta estúpida necesidad de afirmar que está todo bien, que no pasa nada? ¿Por qué taparlo todo con sonrisas? No tienen luz! Tienen nada! No son lindas! Son falsas! ¿Qué símbolo ni qué símbolo de felicidad? Es un símbolo de nada, de dientes, de cobardes.

Nos vi tan perdidos, cayendo infinitamente, sin rumbo. Y sin embargo estábamos amarrados a un árbol, estábamos condenados a caer una y otra vez, por siempre.

:-¿Qué dijiste?

:- Nada, nada.

Apassionato

Había algo en las gotas. Algo se expresaba en la lluvia.
Ese sentimiento… ese rechazo a cualquier muestra de amor. Esa desvalorización hacia todo lo romántico y aquella fascinación que surgía por todo lo que fuese pasión. Una pasión despiadada, sin escrúpulos, que te alza, te tira, te amarra y te besa.
Ese asco hacia mí misma por no creer en el sentimiento en que se basa toda mi vida, toda la vida.
Ese corazón que late tan rápido como gotas que caen del cielo cuando se habla de odiar.
Esa frialdad ajena que ahora comenzaba por helar mis manos…

Ya no puedo acariciar tu rostro, cual hielo seco te quemaría. Ya no puedo amarte, sin pincharte con espinas. Ya no sé como expresarte que por mí, me despojaría de cada espiga, y quedaría desnuda solo para ti. Sé que me querrías igual, sé que sos el único que me hubiera querido igual.

Nunca es suficiente la razón, para decirte adiós.

Pero sé que es el momento y ya hace tiempo, que dentro mio se empezó a gestar este invierno que ahora emana de mí. Mi pelo largo y mi vestido se caen y se transforman en un suave pelaje con dos ojos amarillos. Ya no siento más colores en el aire, ya no abrazo a mi almohada al dormir.

Todo es por respeto a ti.

No se le ocurrió a mi alma otra forma de seguir viviendo sin traicionarse que no fuera cambiando el amor por una pasión que se enciende de noche.

Equivoco quizás para todo aquel que conserva alguna moralidad tradicional.

Para mí es una sala de hospital con esperanza, aunque la luz parezca apagada.

Por que en último cuarto, tu recuerdo, sigue respirando.

Nicotina

Vacié la pipa y estuve mirando la muerte del sol entre los árboles. Sabía ya, y tal vez demasiado, qué era ella pero no quería nombrarla. Preferí mantener mis pensamientos en silencio y dejar que esta angustia me consumiera por completo. Este desgarrador sentimiento que me envolvía, esta incertidumbre provocada por su misterio. Ella era un interrogante en sí, no había respuesta a su razón de ser. Tampoco podré nunca explicar yo, por que me siento predispuesto a dar mi vida por ella, aunque en sí, ni ella ni mi sentir, tengan coherencia.

El anochecer me invitó a caminar por las calles desoladas de mi barrio, cada esquina me invitaba a un recuerdo pasado, y cada recuerdo me generaba una nueva duda. Caminando en el limbo, entre la melancolía y el cansancio llegué a destino.

Junto a la puerta del dormitorio encontré un sobre de la gerencia con la cuenta de la quincena. Encontré mi rutina, mí día a día, mi vida tan común, tan insulsamente real. Ahora esta parecía solo un papel con deudas, una hoja pálida, carente de emociones vívidas.

Volví al dormitorio y abrí la valija después de sacarla con el pie de debajo de la cama. Me gustaba mirar su fotografía antes de dormir, la tenía bien escondida, nadie más que yo sabría admirar su belleza por completo. Era un rito imbécil si se lo pensaba bien, pero me calmaba tanto.. era la nicotina de mi corazón. A veces me permitía, si me sentía con valor suficiente a llamarla. Casi siempre me atendía él, entonces mi tono de voz y mis palabras cambiaban según lo que mi mente quisiera decidir. Podía elegir entre Julián o el cajero Prófugo, el primero era un joven desconcertado por la inesperada desaparición de su amor, y el cajero prófugo no era otro que aquella sombra, que en su aurora de oscuridad, observa la figura imaginada, la figura muerta de su amada.

Yo sé que ella vio mis llamadas aunque nunca haya atendido.

Pero nuevamente se produjo un choque con la realidad. Ella se había ido. ¿Quién era? Algo me estaba ocultando. ¿Qué sería? ¿Con qué motivos? ¿Serían mis atisbos la concepción más cercana a la verdad? ¿O sólo el reflejo de una solución satisfactoria? ¿Una respuesta sacada de mi fábrica de nicotina?

Ya

Ya no me dices nada,

Ya no me miras con recelo,

Ya no sientes ningún fuego,

Ya no te importa si yo caigo,

Muero, o me estemezco.

Ya tus palabras no tocan mis labios,

Ya tus abrazos no envuelven mi cuerpo,

Ya mis mañanas se acostumbraron a salir sin ti,

Ya me abrigué con otras sábanas,

Cuando el frío me petrificaba.

Ya lloré y escuché toda una noche a otro,

Ya encontré nueva poesía en otra sonrisa,

Ya te miré y obviaste mi mirada,

Ya me acerqué y cambiaste de rumbo,

Ya me senté a tu lado y seguí sola.

Ya llegó la hora,

De admitir que un beso,

Se llevó todo lo nuestro…

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