Prólogo

No estamos. Pero tampoco nos fuimos. Somos molestos porque alguna vez tratamos de escaparnos, y entre las forcejeadas y los gritos nos excitamos un poco, a veces demasiado. Somos todo aquello que nunca quisieron enfrentar pero lo que se vieron obligados a vivir, porque somos de la lírica, la rima más injusta. Somos la rima forzada; la violencia nos encarna porque nos expusieron y nos vistieron cuando nosotros sugerimos que la belleza era estar desnudos. Somos del nombre de esta institución, las lenguas cortadas; porque no entendieron nuestras metáforas, tampoco nos escucharon. Por eso también nos desintegramos y nos hicimos viento, nos expandimos, y tratamos de la manera más libertina posible de hacer nuestro este lugar. Esta cárcel, nuestra cárcel, que de todas las prisiones por las que atravesamos en nuestra vida cotidiana nos resulta la más dura porque, más allá de que no queremos estar acá, ustedes tampoco. Y sin embargo nos encierran.
De todas las injusticias y las penas, de las tizas rotas y las mañanas sin sol; juntamos los pedazos e hicimos un hueco en el armario de sus cabezas. Estrujando y exigiendo una respuesta que calme nuestra sed obtuvimos, afortunadamente, algo inesperado; que no es sino las composiciones que encontrarán aquí, en este trágico pero absolutamente real conjunto. Ahora, nuestra venganza es la de ser felices. Podrán haberse quedado con más de una sonrisa de satisfacción producto de nuestra impotencia, podrán haber reprimido y guardado más de un grito ahogado, podrán haber hecho nuestros nervios explotar y desconfigurado nuestra natural tendencia a ser. Pero no pudieron con nosotros. Porque a pesar de todo, fuimos encontrando la poesía en la tristeza, la prosa y la belleza de ser fugitivos en un antro claroscuro que no nos deja escapar, pero no nos pudo impedir ser; porque encontramos algún que otro pensamiento coherente con el nuestro y sonreímos para adentro, y gritamos con los ojos, y soñamos cada noche y leímos refugios y creamos escapes.
Porque somos el curso que no pudo ser, pero que existió.
¿Qué harías si pudieras romper
esas cárceles
de tu cuerpo?
¿Qué harías si pudieras
moverte
en una danza
de pies que alzan vuelo?
¿Qué haría si pudieras
mirarte
al espejo
y encontrarte?

Entre lujurias y sombras

Hago este llamado para romper el mundo,
para acabar con los limites
para destruir tus inhibiciones.
Para desterrar tu tristeza,
aniquilar tu llanto,
y exorcizar tu miedo.

Hago este llamado para exhalar un grito,
romper con la tranquilidad,
exaltar tu paciencia.
Hago este llamado desde lo profundo,
desde lo insensato..

Hago este llamado, sabiendome humana,
sabiendote humano.
Hago este llamado, entre locura y pureza,
entre aburrimiento y certezas,
entre alegría e histeria.

Hago este llamado sin esperar respuesta,
considerandome completa y
satisfecha.
Hago este llamado para los humildes,
para los verdaderos,
para los que siguen buscando,
para los desesperados.

-

Crack.
Ese simple sonido, en un primer momento me asustó. Sin embargo fui capaz de mantener la calma, o por lo menos así lo creo yo. Fue automático, la manilla del reloj dejó de moverse por un instante. La miré a los ojos, y supe que era verdad. Desbordaba de alegría. Sabía que tenía que frenar, coser lo que se había roto, pero miré alrededor y me dije que habría tiempo para ello después. Entonces, me puse la máscara.
Crack.
Ese frenético tic tac marcando el tiempo. A veces creo que me va a enloquecer más de lo que podría tolerarse. No es que quiera excusarme, es decir, negar las cosas puede que este mal, pero el tiempo es cruel. Eso es lo que pasa. Vos no te das cuenta, pero hace mal. Me hace mal. No nos llevamos bien y punto.
Crack.
No podía estar sudando más. Es una situación muy incómoda la de saber que hay un muerto en la misma habitación que vos. Imagínate si está adentro tuyo. Exactamente esa repulsión que acabas de sentir en tu lengua, yo la escupí, para luego vestirla, adornarla, abrazarla, poseerla. Y una vez que fue mía, la sonreí, la bailé y la hice lujosa.
Crack.
Hay cosas que cuando se rompen, aunque juntes los pedazos, no se pueden volver a armar. El dolor es una cosa muy curiosa. Es la mejor forma de saber que estás vivo. Es dramática e irremediablemente inevitable, es lo que a cuestas de una supervivencia cosecha los pedazos de humanidad más sinceros.
Crack.
La presión social, es otra. ¿Cuántas veces por día nos convertiremos en monos con risas diabólicas de gestos absurdos? ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas nos gastamos en comprarnos el mismo uniforme de vaca, y cuánto esfuerzo empleamos en que nos dejen comer el estiércol, las sobras, el barro de nuestra vomitiva existencia?
Crack.
Al final, lo molesto no es el problema, sino la certeza de que no hay solución. Y de que vamos arrastrando y empujando nuestras partes rotas, riéndonos de una forma exuberante, porque el orgullo es demasiado grande como para dejarnos romper en llanto, porque a veces lo más fácil es simplemente seguir.
Crack.

?



Son muchas las preguntas que uno se puede hacer. Por ejemplo, uno podría preguntarse ¿Cómo empezar? pero entonces sería mejor simplemente empezar. A su vez uno también podría preguntarse ¿Qué pensarán? pero entonces, sobre todo en este caso, mejor sería simplemente no pensar.
El problema surge cuando uno se pregunta ¿Cómo lo digo? Y realmente, no sé como expresarme a veces. En el día de hoy pasaron muchas cosas, y sólo puedo pensar en un río. ¿Cómo les explico qué significa que mis sentimientos son un río? Entonces, agarré una hoja y escribí "Y enfrente, sólo el río. Tumultuoso, nefasto, claro." Y esto, lejos de ayudarlos a ustedes, tampoco me ayuda a mí. Pensando un poco más me di cuenta que creo que lo angustiante del asunto es que una persona se puede ahogar en un río, como en muchos otros lugares, pero en el río se ve el cuerpo, porque se supone que el agua está limpia. Igual, no quiero decir todo esto. Quiero decir que a veces siento que me ahogo y me veo, y me veo morir. Y lo que me angustia no es esto, sino que no muero nunca. Porque morir significaría un nuevo renacer. Me siento condenada a una muerte eterna, que nunca termina. No puedo poner el punto, no puedo empezar el nuevo párrafo. Ni cambiar la hoja, ni dejar sangría. No puedo decir lo que quiero decir como lo quiero decir, ni escapar de mí, ni escapar de vos. Y la piel puede ser tu casa o tu cárcel, y eso un poco lo elegís vos. Yo tengo una pregunta inconclusa, una pregunta prisionera. Una pregunta inquieta, que agita mi columna y me descompone. Que nubla mis pasos, que tropieza mi vista, que ensordece mi boca, que enmudece mis manos.
Yo sólo quería pedirte que me quieras. Y la pregunta se largó a llorar

Amor,

Miedo,
A que se me caigan las palabras,
Como caen las gotas sobre la ventana,
Un día nublado de primavera.
Angustia,
A que se me deslicen las frases,
Por la columna de mi espalda,
Como las hojas secas caen en otoño,
Suaves, raspando, quebradizas,
Pero con tanta vida.
Terror,
A quedarme desnuda,
Con la ropa puesta
Y con una pregunta inocente,
Clavada en tu pupila
Que se esconde en tu mirada,
Penetrando mi alma.
Ansias,
De conocer esa verdad abstracta,
Que construimos y sembramos
En cada reloj,
De esos que giran sus manijas con violencia,
Y vos te reís porque nos apuran
Pero no pueden ganarnos.
Tristeza,
De sentirme tan real,
Compuesta por una receta tan vieja,
Que te sugiere recuerdos
Y te provoca hoyuelos,
Y a mi, me condena.
Euforia,
Al sentir tu calor emanando,
Que son tuyos los labios
Que alcanzan los míos,
Que son tuyos los ojos que encuentro,
Al cerrar los míos.
Decepción,
De aquellos insulsos personajes,
Con sus infundados delirios,
De calles oscuras
Y alas sin plumas.
Pero sobre todo esperanza,
Porque nunca es demasiado tarde
Para tratar de nuevo.
Porque aún existe la música, el baile
Y la magia, es cierto.
Porque aún me quedan demasiadas calles por recorrer
Y sueños que ir persiguiendo.

Porque puede ser que te quiero.

Intervalo

Se me caen
los labios 
de mi sonrisa
Los ojos
de mis pestañas
La boca
de mis palabras
pero el suspiro
no expira
no vuela
no termina de caer
nunca

Te busca mi nariz
Te escucha mi pecho
Te lloran mis manos
Te besan mis ojos
Pero no te alcanza
Mi suspiro no te llega
a tocar

Entonces mis miedos
preguntan
siempre temblando
Y entre vibraciones 
vacilantes
Buscan, persiguen,
excavan, revuelven
sin hallar nada

No está
mi suspiro no está.
Yo tampoco

Instrucciones para olvidar

ADVERTENCIA: Este texto, de longitud corta-mediana, debe ser leído hasta el final para comprender su significado absoluto. 

Localice el recuerdo, persona, secuencia o situación que perturba su mente. Una vez que la haya identificado, trate de no pensar demasiado en ella y sus detalles, dado que esto podría complicar los pasos siguientes. Para ayudarse póngale un título o algún tipo de rótulo que le ayude a su mente a asociarla para poder luego, eliminarla velozmente. Una vez finalizados estos pasos, tiene dos opciones que están profundamente encadenadas con el origen de su deseo de olvidar. En el caso primero de que se trate de una situación vergonzosa, humillante, o que simplemente le cause rechazo; lo que usted puede hacer es bien: realizar algo que supere en mejoría lo hecho, o en su defecto que lo empeore. Es decir, si usted en vez de decirle a su tía “que hermosa remera”, se confundió y le dijo “que hermosa ramera”; puede o bien realizar de manera correcta su cumplido en la próxima ocasión; cambiando la temática y exagerando el tono; o bien decírselo a su pareja. De cualquiera de estas dos formas, ya no tendrá que preocuparse por el hecho pasado y podrá dejarlo en el olvido teniendo que atenerse a las circunstancias del presente. En el caso segundo de que su materia de olvido sea un tanto más compleja, tratándose ya de personas y situaciones de un nivel de compromiso más alto que el nombrado anteriormente, le aconsejo humildemente que lo niegue a toda costa. Transforme estas instancias en una clase de Educación Cívica, de no ser posible en un cuento de ficción y/o leyenda urbana, que cree haber vivido y/o sentido pero del cual se siente completamente desvinculado y del cual recuerda particularmente nada. Es decir, cuando se haga mención de aquel nombre o situación que le perturba hágase el desentendido. Si es acaso la primer opción finja que piensa que le están hablando de otra persona que se llama de forma idéntica, si no conoce a nadie se le permite recurrir a la excusa de algún famoso y en caso de desesperación, puede inventar una persona. Si es acaso la segunda, afirme no recordar ninguno de los sucesos, y si puede escudarse bajo la premisa de que no se encontraba sobrio, utilícela sin dejar gota alguna. En un tercer y último caso de que se trate de una pareja conyugal el objeto de su olvido, se le recomienda altamente correr hacia la esquina más cercana, lanzarse a los brazos del destino e insistir en un nuevo camino, viable o no, afirmando y reafirmando su absurda e inexistente felicidad que rebosa ahora en su ser. Para complementar dicha práctica puede utilizar los consejos de negación del caso anterior.
En cualquier caso, es indispensable que no se confiese en ningún momento a usted mismo, ni a otros, la inminente verdad. No, no se lo voy a decir yo tampoco. Usted súbase al colectivo y no se queje por la multitud  que tendrá a fin de cuentas un paso rápido por este, y llegará hacia el olvido de su dignidad pasaje Express.
Si no está feliz con los resultados, puede probar ir caminando; recorriendo estación por estación el proceso de superación. Sólo le advertimos que es muy probable que derroche kilos y kilos de tiempo y aún así es probable que no cambie nada y que tenga que vivir sabiendo que lo que pasó fue importante y forma parte de su ser. Como último recurso, totalmente deliberado y absurdo, si es que usted se encuentra en la categoría de personas ridículas que circulan por este mundo, puede usted probar aceptando el objeto de olvido, con sus detalles y pormenores. 

Lentamente

Caminé lentamente hacia él. Mis pasos retumbaban en el piso, no sé si por la fuerza que transmitía mi furia por los pies, o por su nerviosismo que se escapaba frenético a través de su cuerpo. Me paré en seco. Lo miré. Ahí, tan patético y ridículo. Los ojos vendados y la boca amordazada. Me puse detrás suyo, y le solté la venda de la boca. Sus labios temblaban de miedo. Lo besé casi con dulzura, una dulzura fingida y sé que todo esto solo lo perturbó más. Lo sentía y porque bien sé de juegos de la mente, y sé que su tablero estaba a punto de explotar de agonía. También sé que quiso hablar pero no pudo. En orden con su ausencia de palabras contribuí con las mías, susurrando en su oído “Esto es totalmente necesario”. Desnudo. Estaba desnudo, frágil, expuesto. Sobre todo eso, expuesto. Al frío, a la crueldad, pero sobre todo a mí y a mi deseo. Entonces agarré la navaja y le corte, apenas, los labios. La sangre brotó al instante, derramándose por su pera y cayendo por su cuerpo. Empecé a gritar, y mis gritos se transformaron en alaridos, como una tormenta. En medio de la penumbra divisé otra silla y la revoleé con furia hacia la pared. Se hizo trizas. Él estaba cada vez más asustado y yo cada vez gritaba con más enojo. Pateé la mesa cerca de él y me acerqué precipitadamente a su lado. Lloraba. Estaba angustiado. Tomé su rostro con una mano y lo observé delicadamente. Comencé a agitarlo con violencia, sin represión alguna. Me senté encima de sus piernas, con las piernas cruzadas. Le provoqué heridas en los costados del cuello con la navaja que había utilizado anteriormente, mientras él exhalaba gemidos de dolor. “Lo quiero todo de vuelta, y más vale que me lo devuelvas ya”.
Le dije eso igual. Aunque sabía que no se podía. Se lo dije porque soy buena y quiero que vean que oportunidad tuvo. Pero él no me podía dar lo que estaba adentro suyo.
Así que le abrí el pecho. Mojé mis manos con su sangre y se la esparcí en el pelo, hasta dejarlo completamente húmedo. Y sólo porque era completamente necesario en ese momento, y porque todavía estaba vivo le retiré la venda de los ojos. Le pedí que me mire pero no quería hacerlo. Entonces le sujeté la cara y lo obligué. Lo vi llorar, por primera vez. Lo vi humillado y arrepentido.
Y si bien supe que por fin me había entendido, como yo ya les dije, soy buena. Y no lo dejé seguir viviendo con tal sufrimiento.
Me pinté con su sangre la cara, así como hacían antes los indios. “Ya no te amo” le dije. Lento. Y me empecé a reír, mucho. Muchísimo, tan alto que tapaba sus espasmos.
Me di media vuelta y cerré la puerta. Apagué todas las luces. Dejé que la hemorragia terminara mi trabajo

Consigna: Escribir un cuento sangriento

Anouk


Anouk abrió precipitadamente sus ojos, irritados por el penetrante y escandaloso sonido de la alarma. Al levantarse y mover a penas sus labios sintió un gusto trágico, caliente. Corrió al baño y abrió su boca buscando alguna señal, algún rastro. Escupió reiteradas veces, no obstante no halló ni un solo rastro de sangre. “Sólo debe ser una mala impresión” se aseguró y al tragar el primer sorbo de café ya había olvidado aquél incidente.
                  Llegó a la institución, como siempre en horario, saludó a la gente y pronto se encontró sentada en su lugar conversando y más tarde sólo escuchando. Anotó títulos, fechas, descripciones de larga extensión. Creyó quedarse dormida y también se interesó muchísimo (tanto por el dictamen como por cosas ajenas, pequeños colores aislados que le daban cierta paz). Más tarde, cuando un nuevo chirrido traspasó sus oídos, estrellándose con la misma violencia con la que la ola rompe contra la escollera en el mar, se dirigió con su paso lento al exterior. Sus amigos charlaban de los últimos acontecimientos, aquellas recientes noticias y chimentos que era imprescindible que uno supiera. También hablaban de sentimientos, penas y alegrías, de arte, del futuro. Anouk también hablaba, a veces.
         A la tarde salió a hacer su recorrido de ejercicios. Hacía un día soleado, de aquellos en que especialmente en el lago se refleja su hermosura. Mientras transpiraba, miraba el agua lúcida y los gansos nadar. Al terminar, cuando volvía caminando por la avenida, dirigió su vista a lo que ella consideraba un patrimonio del barrio. En mitad de la vereda, se alzaba imponente un viejo roble. Sus ramas invitaban a los niños a recorrerlo, su antigüedad emanaba recuerdos y sus colores vida, belleza. Con esto y todo, su atención se dirigió a un diminuto pero simpático pájaro que estaba posado en una rama. Lo observó brevemente, y su mirada se apartó casi tan rápido como sintió un atisbo de envidia.
                        Siguió su rumbo hasta su casa. Cenó, realizó sus tareas, se despejó un rato y cuando el cansancio se apoderó completamente de sus párpados fue a acostarse.
     Se levanta el telón. El mundo de los sueños se presenta. El hombre de la máscara la mira. No es un hombre, es un monstruo. No, tampoco, es un oso. No. El hombre de la máscara de oso la mira y sus palabras le tatúan con agujas ardientes la piel. Dice: “Es un tipo de arte caprichoso, grandilocuente, excesivamente recargado” “¡Deforme! ¡Es deforme!” Grita Anouk, que tiene razón pero nadie entendió por qué. Suena el timbre, y corre, huye de aquel antro oscuro. Se dirige al patio pero el sol ya no ilumina, quema. El pasto ya no es verde, es barro marrón y mancha. Y las personas tienen puestas todas antifaces, modulan hablando pero no producen sonido alguno. Cuando cree que puede controlar la situación mira al piso y ve un dedo. Mira su mano y lo reconoce. Trata de arreglarlo pero cuando lo está por hacer se percata de que su brazo ya no está en su lugar tampoco. Grita. Grita fuerte y desesperadamente. Llora y teme que la angustia le corte la garganta o le explote el pecho.  Los antifaces nada ven.
Se escapa, recorre frenéticamente las calles del barrio hasta llegar a su casa. Se sienta en su cama y aprieta su cara contra la almohada.
“Morir es dormir” le dice una voz. Desliza suavemente el objeto y observa enfrente suyo al encantador pajarito. Una mano le arranca una por una sus plumas. Una por una mientras el pájaro chilla. Una por una y la mano se llena de sangre, como las sábanas del plumaje. El pájaro está desnudo y ya no tiene gracia ni felicidad. Entonces, la mano hunde en el pecho del ave su pulgar, traspasándolo. Extrae con sus dedos el corazón del animal, en cuyos ojos de víctima la muerte se proyecta. Se lleva el corazón a la boca, lo mastica y luego lo traga. Anouk alza la vista y ve el rostro, entonces la alarma vuelve a sonar.

Indignada


A mí nadie me preguntó si yo quería crecer. No sé si a vos tampoco, y la verdad que mucho no me importa. Estoy indignada. No entiendo cuando ni por qué llegué a esta ruta. Desfilo entre miles y millones de carteles que no dicen nada. Miro a mis costados y el campo está desolado.
Como estrellas en el cielo pasan una a una esas memorias, esas caras. Llegaron y se fueron, como vos, pisaron y hundieron. La arena. Y mi pecho. Lo que más me molesta es que no se detiene, el tiempo no para. Ni un segundo. Los autos siguen, dando vueltas y más vueltas y aumentan la velocidad. Y ahí estás vos, llorando, porque no encontrás tu peluche preferido. Y seguís jugando, porque a nadie le importa. Entonces pasan las cantidades enormes de personas, si te alejas parecen hormigas frenéticas, aceleradas, desquiciadas, abriéndose paso por las calles y los pasillos, corriendo, apuradas hacia ningún, ningún sitio. Y ahí estás vos parado en el medio. Mirás a tus costados, la gente te mira porque sos diferente. Y vos querés llorar pero de chico te enseñaron que eso queda mal. En tus oídos penetra el sonido de una moto acelerando, que se multiplica, como partículas se separa y se divide y son montones de armatostes corriendo a todo lo que da por la ruta vacía. Entonces te acordás que fue así como llegaste. No sentís ganas de llorar. Te metes la mano en el pecho y no encontrás nada. Tenes la vaga idea de que te olvidaste algo importante en alguna parte, que alguien se quedó con eso tan importante. Pero bueno, vos tampoco te acordaste de ir a buscarlo.
Camino por las baldosas desgastadas, con ese tinte rojo tirando a bordo que tantos recuerdos almacena. Este mismo piso que caminaron tanto amigos, sin ir más lejos mi propia sangre. Sangre. Algo muere, con el tiempo, algo de de nosotros se muere. Entonces los corredores se llenan de fantasmas, de los ecos de las risas, de las anécdotas e historias que poco a poco se irán yendo a dormir a algún rincón de la mente. No, no es que se TAN importante. Apenas es el principio del fin. Es una estrella que arde, brilla e ilumina… pero también se consume. También se apaga. Entonces camino por el corredor de los espejos, juntando aquellos pedazos rotos. Contemplo sus deseos, sus ansias, su esencia, pero sobretodo trato de olvidar por qué no pudieron ser. Los meto en la bolsa. Doblo la esquina y me encuentro con aquellos estantes, antiquísimos y desgarrados, ocupando el largo y ancho de la pared. Allí yacen inertes miles de bocetos, trazos, tinta y papel, solemnemente apoyados, como descansando. Pero no los voy a leer. Temo no poder volver de atrás. Los dejo envueltos en un racimo de soledad y apago la luz.
Salgo afuera. A travieso el patio. Veo los pájaros, las flores y el pasto. La extensión del cielo me da paz, y el sol hace renacer en mí un poco de alegría.
Después de la nada me acuerdo. Me acuerdo que nada de esto es verdad. Que me tengo que ir. Me cargo la mochila al hombro. No obstante, la tiro con rabia, lejos. Ni que me fuese a servir para algo. No soy más de lo que se ve, quizás no sea nada. Me repito que eso está bien. Y no insisto para que no se muera mi estrella. La dejo caer y sin mirar atrás, traspaso la puerta y me voy. Indignada.

 Porque a mi nadie me preguntó si yo quería crecer. 

Siempre es ayer



Él traza mil dibujos
Extraños sobre el lienzo blanco,
Dibujos que recuerdo yo haber trazado,
Que tú lees
Y el mundo entiende.

Él riega las flores del balcón,
Flores que yo alguna vez compré,
Regué y cuidé,
Flores que rigen esbeltas
Pero en mi alma han marchitado.

Él me canta serenatas
Que inventa y que ha encontrado
Yo apenas recuerdo
Haberlas soñado

Él es la brisa
Y el furioso mar
Y yo no me he convertido en más
Que en una seca roca
Que no se inmuta
Ni le importa.

Ay! Es que el manchó
Mis floridas palabras
Y enmudeció mis
Torrentosas lágrimas.
Mis ojos miran, buscan,
Revuelan revoloteando
Sin cesar,
Y no encuentran
Ya no hallan,
La respuesta aquella
Que les solía dar paz.

Todo


Esto es todo lo que tengo
Mis palabras
Porque todo lo demás me lo han ido prestando
y yo no puedo simplemente regalarlo.

Esto es todo lo que pienso
En la posibilidad de que estos viejos ojos
Hayan extendido las pestañas apagando el fuego,
Hayan sido los culpables del homicida tiempo.

Esto es todo lo que imagino
los clavos componiendo tu columna vertabral
y mis martillos
clavando señales de necesidad.

Esto es todo lo que siento
que no llego a exhalar las mariposas
que vomito las flores de mi ensueño
que me retuerzo en el pavimento

Esto es todo
estar con
o sin vos
pero lo peor
es no estar conmigo.

Sembrar


Morena y cálida
Tejida al ras
Llevas tu piel

Cual soñador
Persiguiendo su nube
Se eleva
Tu esbelta figura

Cual capullo
De rosa inocente
Apresurada
Precipitada
Se despliegan tus rebosantes labios.

Y cual collar de perlas
De una dama que desfila
Para el deleite de mis ojos
Cuelga tu sonrisa.
Mas tu mente,
Recuerda a una noche oscura
Carente de estrellas.
Ignoras mis certezas
Cual cometa su destino.

Tus perlas se agitan
Estruendosamente
Cuando hablo de astros y sueños
Y me dices que son quimeras
Ilusas ilusiones inventadas

Más yo veo tu corazón frágil
Cubierto en su manto de miedo
Veo tu amor comprimido
Y sospecho tus lágrimas

Entonces te abrazo, niño,
Y miro tus faroles,
Que se desvanecen para clavarse una
Y otra
Vez en mi.

En silencio te recito mis versos
Y en tu inerte noche
Sepulto mis mantos
Para que te alces arrastrando
El disfraz que te he diseñado.

Seguidores