¿Qué es un poeta?
me pregunto en una noche
endemoniada.
Siempre vuelvo a caer en
las mismas palabras
me arrojo con violencia
como quien extiende la
mano
hacia el aire colmado
de humo.
¿Qué busca mi expresión
cuando empieza
lentamente a tallarse?
Quisiera que todos
pudiéramos tocar
el hueco que llevamos en el centro.
En esta existencia colmada
de ausencias.

Mi niñez fue pequeña
siempre carecí de tiempo.
He aquí mi más grande venganza:
Mis ojos observan todo
con implacable sorpresa.
He aquí mi perdición.

Mis viejos me pusieron
un libro en mis
manos.
Alabados sean.
Me enseñaron un gran
secreto.
El juego consiste en abrirlo
en cualquier página.

Ellos decían que DIOS
habla siempre.

Yo entendí tarde que
nosotros robamos
a cualquiera
el mejor de los
significados

que la rebeldía consiste
en eso.

el libro me lo dieron
las palabras
y el poema
son míos.
¿Qué hago con los sueños que
se me rompieron en las vísperas de sus
comienzos?

¿Qué hago para que el
amor (nos) sea suficiente?

¿Qué hago con tanta ficción
enmarañando mi salud?

¿Qué hago con
tu sombra
que se adhiere a
mi sonrisa,
con el deseo que se instala con
las ganas que me
arrastran, con la sed,
con el tiempo?

¿Qué hago con mi vida,
estos pasos inoportunos,
esta (im)posibilidad de
dejar de moverme?
Ya somos muchos
los que nos preguntamos
por la náusea.

Me encierro entre las pieles
de mi cuerpo
de una casa que es
sensible al sol.

Cómo volver a
habitar el espacio.

Cómo purgar el dolor.

Cómo caminar la desmemoria
de un puente que no se
construyó.

Y cómo sostener lo imposible
cuando de aquello
apenas tenemos escombros.


Compañera,
no me desandes.
Vengo de escarbar la tierra
y el barro me tiene hundida
en su vasta complejidad.

Compañera,
no me desandes.
Llego completa de fantasmas,
llena y desarmada.

En la calle circulan los gritos de los cuerpos que buscan almas,
entre tanto vacío
tiemblo.

Compañera,
no me desandes,
estoy desde siempre,
tenés que saber que antes
y después del tiempo
yo ya salí a buscarte.

Cuesta escuchar
las miserias de una voz
las sombras de las palabras
que se arrastran.
Ellas nacen de mi pecho
que deglute sin procesar
que saborea sin saber.

Compañera,
no hay señal
solo silencio.

Inventario

Por un momento pensé
que las cosas entre nosotras
se acabarían.
Así, como acabaste vos
con ella
no con la anterior
sino con la del medio
la de la mitad de
la semana
en la mitad de la noche.
Pensé que se acabaría,
porque nuestra destreza
en el asunto
siempre tuvo un tinte
épico,
más allá del porno,
más allá del margen,
tan imprevisible y esperado
tan espontáneo y continuo.

La primera vez que te amé
escuché tu gemido
latiendo en la rampa
de mi cochera.

Picantes, incansables, insaciables
tus piernas enredadas en
las mías,
mis pelos mojados que son
tan parecidos a los tuyos
que se siente tan correspondido
el calor que emanamos
se acabaría.

Porque ya habíamos acabado
en el techo de tu casa
en tu cama
tu otra cama
y la mía
la rampa ya la conté
me falta el piso de la baulera
en el segundo
y el tercer
subsuelo
en un baño con gente afuera
en una lectura de poesía
y casi lo hacemos
en el subte, en el bondi,
a los gritos, calladas, amenazadas, atadas y dadas vuelta.

Y separadas,
cada una en presencia
mediática.
en el baño del trabajo,
en el baño de puan,
en la biblioteca,
en la casa de tu amigo
y quedan tantos
tantos lugares más donde
estremecernos que
tengo otra certeza.

Así como acabamos
y volvemos a empezar
la muerte es siempre
pequeña.

Si nos volvemos a ver,
creo que voy a poder
empezar a quererte
por lo que sos
y no por lo que
pienso y espero
es decir,
duele la fantasía rompiéndose
pero todxs sabemos que
no hay ficción
que valga la pena
si no se crea
a partir del desgarro de
la realidad.
Te quiero con tus demonios
y mis miedos,
porque cuando se juntan
se destruyen
para que podamos
mirarnos.
Siempre fui la última
de la fila
de la espera
del amor después del amor
siempre me quedó la sensación
de no haber entendido
por ejemplo
porqué si mirándote a
los ojos nace un mundo
porqué es tan difícil
mirarte.
Me es imperdonable: camino
con la vaga sensación de
que fracasé.
Digo,
en esto de ser
tan última en la fila
tan última en la espera
tan primeriza en el amor.
Lo primero que nos ocurrió fue el destiempo. Nos observamos sobre la niebla y cada una tan perdida en la secuencia, nos observamos y... No lo supiste entonces, pero yo te esperé en la esquina que no
me otorgó ni un segundo de tu boca. Esperé sabiendo que no llegarías, porque estaba de pie y eso me gustaba. Capaz no lo entendés, no tendrías porque saber de mi declaración de guerra: llegué tarde al mundo, todo me sucede con esa infrenable consecuencia.

No pienses que me duele el desamor, nada acá tiene que ver con las ausencias. Tu presencia en el epicentro del deseo, tu sombra pegada en mis párpados: eso es lo que me duele. Yo que me temía incapaz de entregarme lentamente fui cayendo en la vorágine de los minutos que no me pertenecen.
En esta tormenta de todo lo que no controlo el cuerpo no deja de cuestionarte.

Sos una noche excitante de mi niñez, sos los monstruos y los escondites oscuros, el cuento de terror que me tapo con las manos para no seguir escuchando.

Lo que no nos dijeron los poetas, es que un espejismo puede lastimarnos.

Sabes quiénes somos puede ser un acto revolucionario, pero vieron que a veces también se los confunde con un ataque terrorista.

Fue tanta la identificación que no pude entender que mis ojos veían lo que veían. Se quebró, sí, sentí como tu cuerpo volvía a ser tu cuerpo lejos del mío.

Siempre voy a estar agradeciéndote los poemas y que me hayas sacudido tanto pero tanto que ya no hay esquemas que me aguanten. Gracias, entonces, por la libertad de las palabras, los oídos infinitos, la sinceridad cercana. Gracias por esta euforia que me vuelve grande a puñetazos y reivindica una antigua indignación. No recordaba el vértigo de estar sumergida en el tiempo.

Corazón, no te duelas.
Yo escribo.
Y ya estoy salvada de la muerte, del amor
y de la vida.

Compartimos el mismo corazón,
cuando tu mirada pasa
de mi boca, del deseo,
a mis ojos
siento que compartimos
el mismo corazón,
que un alma vieja nos habita,
y de tan solitaria y añeja,
con tan simple encuentro
se regocija y enternece.

Las dos sentimos,
sobre todo,
que excedemos el lenguaje
no es necesario emitir sonido,
una comunicación profunda
emana de las pupilas.
Todo este tiempo ha sido
acompañado por un reflejo
como si queriéndote
hubiese aprendido a amar
mis sepulcros.

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