Rosa

Rosa,

Flor de la inocencia,

Capullo recién abierto,

Cuadro de pintura fresca.

Tus sueños,

En tu alegría haber vivido,

Y haberte conocido,

Solo por unos instantes,

Habría yo querido.


Rosa,

Con haber tocado un pétalo tuyo,

Sentiría más cercana,

Tu tristeza cantada,

Y la historia de tus latidos.

Son murmullos que me llegan del viento,

Son promesas vanas de un alarde,

Fue la cobardía de los años,

Lo que hoy me quedó de ti.

Cuatro décadas pasaron,

Y el verde espacio aquél,

Donde por primera vez,

Conociste la esperanza,

Perpetúa con tu recuerdo.

No te ha olvidado nadie

Y como árbol aún espero,

Que me riegues con tu andanza.


Rosa,

Si es que aún sigues plantada,

Espero que no te hayan dejado atada,

Y sembrar tu jardín hayas podido,

Que sean otros capullos los que te acompañan,

Y que a ninguna otra flor le pase,

Lo que te ocurrió a ti.


Que el tiempo,

Le haya sacado las burbujas a tu enredadera,

Y que nadie te haya arrancado de raíz.

Que tus semblanzas

Hayan llegado sanas,

Y tus cuerdas entonando,

Una mejor canción.

Que el inaudito tiempo,

Haya marchitado tu orgullo,

Y florecido el perdón

Por esas tardes de sol que no te dimos,

Ni tu dejaste morir.


Rosa,

Llevo tus pétalos en labio,

Y tu memoria no dejaré morir.

Si aprendiste a descifrar estos enigmas,

Sabrás bien que esto es en honor a ti,

No dejes marchitar tu capullo,

Ni desvanecer tu inocencia,

Y mándame cuando puedas,

Una señal de luz.

Tus tierras huyen de mis lazos,
Mientras tus raíces arden mis pétalos.

Tu distancia,

Penuria mía,

Puso baches de luna,

En mi jardín de lentejuelas,

Abrió la llave de paso,

De mi reloj de arena.

Y el olvido que me apresó

Esfumó todo rastro de habernos querido.



En aquellos tiempos,

Cuando bajábamos la bandera blanca,

Del municipio de la razón,

Y nos jugábamos a creer fielmente,

En los disparos del corazón;

En aquellas selvas del ayer,

Di por perdidos muchos más de los tesoros,

Que alguna vez gané.



Y qué te importa si ahora,

Mi melancolía huele a tango viejo.

Y qué te importa a ti mi pena,

Si yo misma rompí tus cadenas,

Alentándote efusivamente a volar.

Si ahora usas tus brazos para abatir,

Y ya no me puedes cubrir,

No me queda más que dejar,

Lentamente caer el ocaso,

Junto con los días perpetuados.

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