Intranscendente

“¿Podés parar un poco?” Le dije, mientras una pila de lego caía sobre mi cabeza. “No es divertido si jugás vos solo”.

Pero bueno, así como entenderlo, no lo entendía nunca. Al principio era otra cosa, no había necesidad de decir basta. Y si bien había momentos en los que me agotaba había algo de satisfacción en su sonrisa, o en el pasto. A veces me da la impresión de que no es que no lo advertí sino que él cambió. “Yo sólo quiero jugar siempre” dijiste y me abrazaste porque sabías que ya estabas muy lejos.

Ingenioso, sos. Pero te pusiste un poco violento. Eso puede pasar, digo, lo de cebarse sin darse cuenta. Pronto tu vida era un juego constante y yo sin poder rehuir. Me levantaba temprano, me vestía y arreglaba, PLAF guerra de bombitas de agua. Llegaba del trabajo y PLAF me iba a la mierda con algún autito que estaba en el suelo y decime, decime si no es crueldad dejarme buscarte toda la tarde por una escondida.


No me podés decir nada. Igual, ni te inmutaste. Agarré la mochila y le puse dos paquetes de galletitas, mi peluche de Flounder y me fui. “Truco” susurraste. El envido está primero, tonto. Salí por la puerta y me agobió el ruido, los autos frenando, tocando bocinas, las personas chocándome, empujando siempre contra la corriente y llegué. Al laburo. No tenía mucho en que pensar y me hundía en la silla, cada segundo era más diminuta. Aire. Quería. Es cansador, ser y dejar de ser un juguete.

-

Hay una frase que leí en un lugar donde no tenía que estar, en un momento intranscendente pero se ve, se ve que la frase se me quedó atorada o algo así, en el brazo o en la palma de la mano, cuestión que no (termina) de caer (del todo). Le respondía a un eco que rezaba diciendo que esto era demasiado personal. Me gusta cuando es otro porque esto es muy tuyo, es para alguien más, entre otras boludeces que retumban ahí donde el compromiso y la abstracción son demasiado (grandes), están (demasiado) lejos. La frase se acomodaba en su silla y le contestaba algo así como (no sin antes mirar a los ecos con desdén) ¿ Y cómo se le va a escribir a alguien…. Empezó diciendo, trazando un abismo que tiñó todo de esa ausencia que aparece cuando cae el sol en la inmensidad del campo ¿Y cómo se le va a escribir a alguien si estamos solos? Se prolongó. La consonante. Como los mosaicos y el frío, el piso frío de un baño donde una mujer desnuda se abraza a sus piernas llorando. Se prolongó la consonante sobre sus clavículas que sobresalen sin tocar(te).

Cuando era chica pensaba que una forma buena de no extrañar era cerrar fuerte los ojos e imaginar que estaba la otra persona en frente. Lo sentía ahí, con su cuerpo haciendo peso sobre las sábanas y sus ojos clavados en mi cara y mi sonrisa que se dibujaba lenta y segura. Por eso después (ahora) hago eso (de cerrar los ojos) cuando realmente te estoy viendo. Te levantás, pasas por al lado mío susurrando yavuelvo y te acercás  a la puerta. Girás el picaporte y empujás avanzando hacia el otro lado (donde no te alcanzo), no sin antes volverte a cerrarla con suma delicadeza. Ni un ruido. Ni eso dejás. Todo se conserva. Mi pecho (caliente), tu voz (retazos de).

Todo esto para poder decir, para poder hablarte. ¿Te das cuenta de la distancia? No puedo estar más en donde estoy, el aire se condensa y me abruma. Tanto que no sé si abrazarte o vomitarte encima. Por eso te grito, como si fuera un golpe, que te doy a vos sólo para que me duela (a mí). Es esta necesidad constante de negarte para poder afirmarme. No es más que eso. Y unos ojos que me miran desde arriba preguntando ¿Qué hiciste? A lo que siempre respondo (¿Dónde estoy?)

Me voy a ir lejos.  Con esa promesa hueca de buscarme cuando sé que nunca me detuve (no saber cuándo empezamos, no saber cuándo nos fuimos) Todo me devuelve al mismo lugar, sospecho, lo de encontrar un centro quizás no es tan buena idea. Hay que trascender(la).


Te quedaste atascado. Paréntesis. En esto que yo te grito. Paréntesis. Quizás no sos más que una excusa para poder hablarme ¿Y entonces qué? Paréntesis. Las excusas duelen.

Seguidores