-

Crack.
Ese simple sonido, en un primer momento me asustó. Sin embargo fui capaz de mantener la calma, o por lo menos así lo creo yo. Fue automático, la manilla del reloj dejó de moverse por un instante. La miré a los ojos, y supe que era verdad. Desbordaba de alegría. Sabía que tenía que frenar, coser lo que se había roto, pero miré alrededor y me dije que habría tiempo para ello después. Entonces, me puse la máscara.
Crack.
Ese frenético tic tac marcando el tiempo. A veces creo que me va a enloquecer más de lo que podría tolerarse. No es que quiera excusarme, es decir, negar las cosas puede que este mal, pero el tiempo es cruel. Eso es lo que pasa. Vos no te das cuenta, pero hace mal. Me hace mal. No nos llevamos bien y punto.
Crack.
No podía estar sudando más. Es una situación muy incómoda la de saber que hay un muerto en la misma habitación que vos. Imagínate si está adentro tuyo. Exactamente esa repulsión que acabas de sentir en tu lengua, yo la escupí, para luego vestirla, adornarla, abrazarla, poseerla. Y una vez que fue mía, la sonreí, la bailé y la hice lujosa.
Crack.
Hay cosas que cuando se rompen, aunque juntes los pedazos, no se pueden volver a armar. El dolor es una cosa muy curiosa. Es la mejor forma de saber que estás vivo. Es dramática e irremediablemente inevitable, es lo que a cuestas de una supervivencia cosecha los pedazos de humanidad más sinceros.
Crack.
La presión social, es otra. ¿Cuántas veces por día nos convertiremos en monos con risas diabólicas de gestos absurdos? ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas nos gastamos en comprarnos el mismo uniforme de vaca, y cuánto esfuerzo empleamos en que nos dejen comer el estiércol, las sobras, el barro de nuestra vomitiva existencia?
Crack.
Al final, lo molesto no es el problema, sino la certeza de que no hay solución. Y de que vamos arrastrando y empujando nuestras partes rotas, riéndonos de una forma exuberante, porque el orgullo es demasiado grande como para dejarnos romper en llanto, porque a veces lo más fácil es simplemente seguir.
Crack.

?



Son muchas las preguntas que uno se puede hacer. Por ejemplo, uno podría preguntarse ¿Cómo empezar? pero entonces sería mejor simplemente empezar. A su vez uno también podría preguntarse ¿Qué pensarán? pero entonces, sobre todo en este caso, mejor sería simplemente no pensar.
El problema surge cuando uno se pregunta ¿Cómo lo digo? Y realmente, no sé como expresarme a veces. En el día de hoy pasaron muchas cosas, y sólo puedo pensar en un río. ¿Cómo les explico qué significa que mis sentimientos son un río? Entonces, agarré una hoja y escribí "Y enfrente, sólo el río. Tumultuoso, nefasto, claro." Y esto, lejos de ayudarlos a ustedes, tampoco me ayuda a mí. Pensando un poco más me di cuenta que creo que lo angustiante del asunto es que una persona se puede ahogar en un río, como en muchos otros lugares, pero en el río se ve el cuerpo, porque se supone que el agua está limpia. Igual, no quiero decir todo esto. Quiero decir que a veces siento que me ahogo y me veo, y me veo morir. Y lo que me angustia no es esto, sino que no muero nunca. Porque morir significaría un nuevo renacer. Me siento condenada a una muerte eterna, que nunca termina. No puedo poner el punto, no puedo empezar el nuevo párrafo. Ni cambiar la hoja, ni dejar sangría. No puedo decir lo que quiero decir como lo quiero decir, ni escapar de mí, ni escapar de vos. Y la piel puede ser tu casa o tu cárcel, y eso un poco lo elegís vos. Yo tengo una pregunta inconclusa, una pregunta prisionera. Una pregunta inquieta, que agita mi columna y me descompone. Que nubla mis pasos, que tropieza mi vista, que ensordece mi boca, que enmudece mis manos.
Yo sólo quería pedirte que me quieras. Y la pregunta se largó a llorar

Seguidores