Deber ser, amar, beber, partir. Nos subimos en un bote, me subo, vos corres por debajo. Te toco, me sumerjo y salgo bailando por la calle. El portero nos mira y no se ríe.

Deber ser, amar, beber. Escucho mi respiración
                             Que
                                     Está
                                             Adentro
                      Demicabeza.
                                             Todo.
A veces me pregunto ¿Vos no te habías subido al bote? Si yo te vi ahí sentado no sé por qué alguien escribió que corrías.

Deber ser, amar, partir. No queda ya ninguna inocencia. Me extirpaste la boca con tu dedo, te vi llorar y sé que me miraste. El cigarrillo se encendió en el fósforo negro del fondo. (Yo sé que me miraste).

Deber ser, beber, partir. Me tamborileo en el cacofonte de la turbiliria mastufa. Quisquisita, plutel.



Te estirás en toda la masa, te estirás en la mancha, en la ruptura, en el piso. Cerámica gastada, pedazo un.

Deber ser. Cuando pienso hay algo que no termina. Sólo por eso sé que no todo se pierde. Chupo la bombilla, veo pasar el bote.
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Tres comentaristas se paran frente a la prosa. Tienen bigotes peludos que enrollan, atan y desatan. Achinan. Los ojos. Como si no tuvieran lentes.
-Sí claro – dice uno – Ella está em-bar-ca-da y él no. Es libre.
- Yo diría – corrige uno medio pelado – que el bote es una prisión y el agua que es él, es su miedo a ahogarse.
- Bue – piensa el tercero, que leídamente reconsidera y se da media vuelta, arrastrando un cacho de sentimiento como un pedazo de carne entre los dientes. Se va. Alguien lo espera en otra parte a donde no se dirige.

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