Magno

Podía escuchar los pasos de los caballos, los gritos del dolor, las espadas cortando, mis amigos cayendo.

Nunca me gustaron las guerras, pero mi sangre recorría mis venas ardiendo, quería morir, pero no sin antes sentir el placer de la venganza.

Entonces la vi, resurgía de entre distintos matices rojos. No miré atrás, no tuve que pensarlo más de dos veces. Mejor morir en el intento que vivir con la humillación de nunca haberlo intentado.

Alcé mi espada y me dirigí directo a ella.

Cerré los ojos cuando era casi inexistente la distancia entre mi espada y su torso.

Entonces sentí su mano en mi cuello, me alzó hasta la altura de sus ojos y pude ver la muerte en su mirada. Sentí el miedo recorriendo mi cuerpo.

Mi caballo enloqueció. Golpeé el suelo.

Cuando abrí los ojos, escuché la retirada de mi ejército y la victoria de los contrarios.

Estaba preparada para morir, poco a poco.

Cuando escuché el sonido de su voz.

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