No hay otro mar

Mi soledad,
desparrama espigas azules sobre el campo,
donde yo echo mis tristes redes.



Ellas sólo guardan tinieblas
de rojas señales,
que naufragan por tus brazos y se pierden para siempre.



Sobre tus ojos ausentes,
que como mar centellean
las tardes se inclinan,
pero la noche galopa en su yegua sombría
y sacude tus ojos océanicos,
buscando la muerte.



Los pájaros nocturnos,
picotean mi alma
y de tu mirada,
emerge la costa del espanto.
Ahora, echo mis tristes redes
a tus ojos océanicos,
que olean como mar
a orilla de un faro.



Pero las tardes,
siempre se inclinarán hacia ti,
hembra distante y mía.

T.L

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