El viaje fue plenamente mental. En su momento no pude ponerle palabras. El viaje fue plenamente sensitivo. Toda piel se estremeció profundamente.
Las primeras cuadras las hicimos caminando sobre el barro. Las casas bajas, las piedras, los niños, los ojos que nos siguen, los caballos que relinchan. Se inició el camino.
Luego, me perdí en la sensibilidad de unas palabras que no contaron mi historia pero la tocaron, se fundieron en un abrazo caliente o en un grito de lucha. Como quien no busca respuestas, el compartir fue urgente: la bronca, la tristeza, la alegría, las conquistas, la desesperación y sobre todo la ausencia del verbo exacto, la presencia inmanente que nos llama a resistir. Juntas en esta individualidad feroz.
Mi cuerpo, el tuyo, las líneas de un futuro que no sucederá. La desnudez de un encuentro auténtico que nos sorprende caminando y riendo como si no hubiera tiempo ¿Escuchaste? Ninguna tiene que volver a casa. Hoy estamos acá.
Me conmueve la fragilidad de los momentos que habitamos.
Te quiero invitar a dormir en estos ojos que ven suceder lo imposible, al mismo tiempo que lo crean.

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