Segunda Carta al Señor de los Lunares

Creo que no entendí una parte.
Es decir, esta parte sí me la explicaron; sí la sabía. Pero en el medio, en el abismo que hay entre palabra y palabra, se debe haber caído la verdad.
O se debe haber perdido entre el laberinto de sus lunares, señor. Lamento mucho informarle, pero me parece, algo me sugiere, que ha sido así. A veces cuando su pupila tiembla, y mi mundo no se desmorona o se desarma en pálidos labios y besos asonantes, veo en el rincón de su tejido de amapolas, un retrazo olvidado. Un retrazo, que no es más que el trazo temblante, el trazo miedoso que se extiende entre dos mundos paralelos, que sin tocarse se unen y se confunden al perderse en lo absurdo. Usted, sobre todos, le tiene terror a lo absurdo. No puede ni mirar su retrazo, no quiere recordar nunca que lo lleva consigo, que es inevitable. A veces cuando su mirada me penetra la mente y sus pestañas adivinan el deseo de las palabras por escurrirse de mi boca, yo siempre callo. Sé que si le dijera que estoy acostumbrada a ver en su cama las huellas de ausencia que usted nunca llora, me cerraría con llave la puertita a su alcoba de ensueños. Necesito entrar mucho más de lo que usted necesita tapar los huecos de sus sábanas con mis suspiros. Necesito entrar para comprender eso que alguna vez me explicaron y yo ya me olvidé.
Sé, querido señor, que sus lunares no son lo único que le pesa en esta vida. Puedo ver como los colores y los mamarrachos de tinta se le amontonan en los poros de la piel. Y persigo la mirada de sus ojos porque sé también que a ellos les falta una respuesta, aunque se haya ya olvidado la pregunta. Usted pareciera tener una amnesia selectiva… ¡Siempre me anda contando sus atardeceres! Como si no recordara que cuando uno se enamora de alguien (o de algo) que lo hace enamorarse a su vez de la vida… entonces es como si el mundo pesara menos. ¿Ya nunca se ha vuelto a sentir ligero, acaso?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cada vez mas intrigada

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