Hablemos del puntito celeste.

Un puntito celeste en una hoja en blanco. Un puntito celeste, leáse bien por favor. No andemos confundiendo las cosas, no una vez más. Estaba el puntito celeste en la hoja en blanco, y yo lo miraba de soslayo, desconfiada. “Aquel punto no me va a engañar” exclamé fuerte, y mi voz retumbó en la hoja. Pero debí dejar de mirarlo, porque la verdad es que su insistencia en engañarme fue un dolor distinto, de esos que no duelen en el cuerpo ni en el alma, pero tampoco te dejan dormir bien a la noche.
Yo si fuera punto, cosa que no soy, y encima celeste, no andaría pretendiendo ser otras cosas. No me pondría sombreros negros y cuadrados, ni caminaría desfilando entre renglones y márgenes. No, y mucho menos insinuaría que esto está en mi naturaleza y mi derecho. Los puntitos celestes tienen aires de grandeza que son insostenibles con el tiempo.
Lo peor de todo, es que no lo puedo borrar. ¡Vaya problema me vino a traer semejante puntito! No te hubiera escrito mirá, y no pasaba nada, no molestabas a nadie, te ahorrabas tener que vivir con vos mismo incluso. Estas cosas de la vida… Encima el desgraciado ahora, se tira al piso y llora. Llora como un bebe porque él, según dice, no quiso dejar de ser punto jamás. Tirado ahí se retuerce de culpa y grita y patalea sin sus patas porque al final es un punto. Debería compadecerme y avisarle esto, a veces pienso. Después me acuerdo que es un tremendo egoísta, que era un punto negro como cualquier otro hasta que decidió escaparse y frotarse sobre mí. “Es un puntito chiquito” dicen todos, que no me enoje, que son cosas que hacen los puntitos. Si él quería ser celeste me lo podía pedir, yo no tengo problema con que la gente se vaya poniendo colores por ahí, pero yo que soy pintura no me gusta sentirme colocada en cualquier cosa, en cualquier lugar y porque sí. A parte, ¡Osar engañarme de semejante forma! “ No, que los sombreros…” “Que sos amorfa…” “Qué poca clase, qué poco estilo”. Así son los puntitos, te miran de arriba a abajo, opinan, critican, todo. Y después van y se frotan sobre vos, pintura, porque no se soportan. Yo tampoco soportaría ser así, pero no andaría quitándole partes de uno a los otros por problemas y caprichos míos.


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