¿Podría quizás, aunque sólo fuese momentáneo, entregarme al movimiento eterno, sin orden ni respiro, que supone tu cuerpo?

Tengo la sensación de estar sumergida en el agua, cuya inmensidad me tranquiliza al mismo tiempo que me succiona.

Me siento a mirarte desde la fina capa de la superficie, tocándote siempre con una capa de humedad (in)propia.

Desde la primera vez que tuve miedo (aquello duró tanto que aún hoy no se ha ido) olvidé por completo cómo sorprenderme.




Me aterra tu fascinación porque me creo incapaz de la misma.




No merecés amar mi muerte

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