Cenizas

Siempre me gusto aplastar la ceniza del incienso en espiral. Era aplastar con mis dedos, algo suave, espeso, que, en su momento, había estado entero; lleno de vueltas y vueltas de algo verde y largo, que me recordaba a la eternidad.
Todo empezaba cuando una chispa de calor que hacía que se prendiera, dándole comienzo así a una pasión de un fuego rojo e intenso, que me protegía de noche. Pero eso que parecía interminable, siempre llegaba a su fin, siempre llega, a su fin.
Después de haberse quemado, y dispersado, solo para cuidarme, mi pensamiento más inteligente es aplastar las cenizas. Que débil.

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